EL 2000



EL 2000

El 2000 estaba anunciado el fin del mundo.
Nostradamus y la gitana de la feria así lo juraban.
Cadenas de correos escalofriantes
urgían a buscar refugio antes del desastre:
el Sol se oscurecería,
lloverían perros y gatos desde el cielo,
y la Tierra temblaría hasta partirse en dos.

Leí cada advertencia.
Internet aún era una novedad
y mientras trataba de inflar mi currículum
para espantar el fantasma del desempleo,
me estremecía ante lo que vendría
cuando el reloj marcara la medianoche
del 1 de enero del 2000.

El dinero escaseaba,
imposible construir un búnker,
así que resignado esperé lo peor viendo la tele.
Pero nada sucedió.
Las computadoras siguieron encendidas,
los aviones no cayeron,
las lavadoras no colapsaron.

Y aun así, algo se derrumbó.
No fue el mundo, fui yo.
Conocí la verdadera oscuridad,
la que no anuncia profetas ni correos en cadena,
la que no se combate con refugios ni contraseñas seguras.

Las sombras se quedaron a vivir conmigo.
Porque el verdadero cataclismo
no fue el Y2K ni las profecías de antaño,
sino el día en que vendí mis creencias
y dejé de ser fiel a mí mismo.


© [2025] [EL HIJO DEL DILUVIO]. Todos los derechos reservados.


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