EL TRISTE PAÍS
ODA A LA ANÁFORA (O EL TRISTE PAÍS)
El país de la prosperidad
que reluce solo en los balances.
El país de la abundancia imaginaria,
donde la publicidad reemplaza a la memoria.
El país con bandera, escudo e himno,
pero sin voz ni corazón.
El país de la hipocresía,
donde la mentira es idioma oficial.
Donde la Ley de Moraga es doctrina
y la historia fue sustituida por histeria.
Allí donde el esfuerzo es palabra santa,
pero la trampa es el verdadero altar.
Un país gobernado por el mercado,
dirigido por necios y oportunistas,
que corona a cretinos como líderes
y aplaude discursos huecos como oráculos.
Un país que se admira en espejos rotos,
que se vende a bajo precio
y calla ante el saqueo extranjero.
Un país que vestía solidaridad
y hoy guarda racismo bajo el poncho.
Que prefiere el empate moral
a mirar de frente la verdad.
Que iguala justicia con venganza,
y criminales con desobedientes.
Un país pobre,
aunque se crea próspero.
Una tumba abierta,
una nación miope,
un cementerio de niños con mochilas vacías,
de jóvenes sin futuro,
de adultos con miedo a mirar al sol.
Y sin embargo, aquí estoy.
Mirando con ojos abiertos
lo que otros prefieren tapar.



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